domingo, 28 de agosto de 2016

Amanecer Llanero.

Llanura amorosa, diosa del misterio, concubina del silencio, el sol te baña en luz cuando amanece el día y en la hora del crepúsculo deposita su amoroso ósculo de colores en el verde esmeralda de tus sabanas, para confundirse en la quietud augusta de la noche, vigilada desde el infinito, por la luna de la esperanza celosa.
¡Qué tiene de cierto una supuesta leyenda mitológica, que cuenta que un día muy remoto un ascendiente de la gran familia Chibcha se enamoró de una bella princesa de su raza y que el gran jefe indio oponiéndose a tales amoríos, ordenó la captura del enamorado mancebo para darle muerte, y evitar en esa forma que una doncella de la realeza uniera su sangre, con un ser a quien ellos consideraban inferior, y por ello indigno de poseer a una descendiente de dioses!
Responde con tu silencio, ¡oh dios de las llanuras!, si es cierto que al igual que en las viejas leyendas escandinavas, el poder era heredado de los poseedores del gran dios ‘fuego’ considerado junto con el sol, el aire y el agua, el generador de la vida y dispensador de todo aquello que existe bajo la bóveda azul del firmamento.
Di, ¡oh llanura!, pebetero de la libertad, si es verdad que antes de producirse dicho romance, no existían tus sabanas y en su lugar había un desierto de arenas calcinadas por un sol canicular, y que cuando la egregia familiar del gran guerrero Nonpamin huyó de su pueblo, fue perseguida obligada a remontar la gran cordillera oriental, y que a su paso la enamorada pareja fue obsequiada por el dios de las alturas con una gigantesca esmeralda, que ellos con mucha dificultad pudieron transportar, y que tras varios días de lucha y sufrimiento en la búsqueda de un rincón en donde se les permitiera disfrutar de su amor, llegaron a la cima de una montaña y contemplaron a los pies de esta un desierto de arenas.
Tú, amorosa sabana, novia de los ríos, fuiste testigo de que la núbil beldad, al contemplar tan desolador espectáculo, le pidió a su amado que le arrebatara la vida, y que este en su desesperación lanzó al abismo la preciosa gema regalo de los dioses, y que al rodar, provocó una explosión de luces multicolores que en gigantescos espirales se elevaban al infinito, y que al caer sobre el desierto, se iban cubriendo sus arenas con un manto verde, dándole vida a las sabanas, mientras que a los pies de la pareja se abría una senda llena de flores de perfumado olor.
¡Decid!, oh, amante de la luz y la poesía, sí es verdad que al diluirse la esmeralda, aparecieron los ríos que como cintas plateadas perdían en las nacientes llanuras, mientras a uno y otro lado de sus riberas se insinuaban esbeltas las palmeras, y a su lado como centinelas surgían árboles de todas las especies, mientras el cielo se cubría de colores con el plumaje de las aves y un concierto de trinos saludaba la creación del más bello paraíso de la tierra.
Pamoare, nombre heredado de la princesa de sus reales antepasados, no entregó su virginal belleza a su amado Casanari, hasta tanto no se cumpliera con el blanqueo, vieja costumbre de su pueblo, de llegar al matrimonio libre de pecado y capaz de ser el tronco de una gran familia. Conscientes de ello, tomados de la mano emprendieron el descenso y sus plantas hora daron por primera vez la tierra que más tarde sería la cuna de la libertad. 
(...) 
Decid, ¡oh dios libérrimo de las sabanas!, si es verdad que los descendientes de la real pareja se salvaron junto con algunas especies animales, por haber ascendido a la cordillera, y por ello pudieron contemplar desde allí lo que parecía ser el fin de la llanura, y estos les contaron a sus hijos y estos a los suyos, que de pronto se licuó todo cuanto existía en la Pampa y se convirtió en un inmenso mar de un líquido espeso y negro semejante al aceite de la palma de Seje, y que después de un rugido monstruoso se abrió la tierra, y absorbió esa masa líquida que empezaba a cubrir las grandes montañas, y luego se estremeció la tierra, y las cordilleras en el lejano occidente caían en pedazos. Que de pronto explotaron los lechos de los esteros, las lagunas y los ríos que se habían conservado incólumes cubiertos por el verde esmeralda, y sus arenas volaron al infinito cubriéndose el espacio de un verde esplendente, y a medida que iban cayendo sobre el renegrido suelo, volvían a tomar vida las llanuras, y el espacio se llenó con la voz de la gran Pamoare, quien amorosa les decía a sus hijos que esa muerte momentánea de su paraíso y el mar de Seje que guardarían desde ese día las tierras del Llano en sus entrañas, serían en el mañana la redención de su pueblo, pero que antes de suceder esto, sus descendientes serían maltratados y esclavizados y despojados por gente de otras tierras venidas de más allá de una gran laguna, que vendrían montados a horcajadas sobre gigantescos monstruos, que ellos les arrebatarían sus dioses, y le traerían a cambio otro, pero los reducirían a la esclavitud, y que sin ninguna consideración destruirían su cultura y todos los recursos animales y vegetales que sus dioses habían creado para ellos, y que sus hijos vagarían por muchas generaciones trashumantes, hasta el día en que su sangre confundida con la de los intrusos, lograran crear de una amalgama al gran dominador de las sabanas, y que ese día sus dioses y sus hijos sacudirían el yugo de la injusticia y harían que las riquezas del suelo y sus entrañas llegaran para el beneficio de todos por igual.

*** Tomado de CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS DEL LLANO Getulio Vargas Barón  http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/folclor/cuentos/amane.htm***

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